Cuando dieron las ocho, me dice mi novio: Dale la teta, ¿no? – Y yo aluciné, normalmente la lanzada soy yo y él es el cauto, el prudente hasta el extremo. Yo le contesté: pero vamos a esperar a que venga la enfermera para que nos diga como, ¿no? Y él me contestó con una mirada como diciendo: anda ya, no seas tonta si eso tiene que ser fácil.
Pues nada, lo cogí como pude, me lo acerqué al pecho y listo. Fácil, sencillo, limpio y cómodo…
Y hoy en día, soy una madre orgullosa, que se saca la teta, casi desafiante, esté donde esté. A veces, casi me encantaría que alguien me dijera algo por estar dándole de mamar a mi niño de 18 meses en un sitio público. Tengo las respuestas preparadas, adecuadas para el tipo de insensato o insensata que se atreva a hacerlo. He creado respuestas para viejos, para jóvenes e incluso para personal de seguridad, esta última es la que más me gusta y la voy a compartir con vosotros, es un simple: ¡desalójenme! Menudo espectáculo iba a ser eso: yo con la teta al aire, el niño recolgado, mi novio soltando manporrazos al aire y el segurata arrastrándonos a los tres hacia la puerta. Ya tendría excusa para iniciar una cruzada… pobrecitos.
Pero sinceramente, nunca nadie me ha dicho nada, ni siquiera he sentido que me miraran mal. De hecho, en mi tierra (Málaga), más de una vez se me han acercado – siempre señoras mayores – para decirme: ¡Qué bonito! ¡Qué bien! ¡Eso es lo más bueno que le puedes dar!.
Precisamente hoy, se ha escrito uno de los capítulos de la historia de nuestra lactancia. Un capítulo que no he escrito yo, sino mi niño, lo que me ha reforzado y reafirmado en el orgullo y el placer que está siendo para mí darle la teta a mi niño hasta hoy -ese “hasta hoy” lo podéis leer como un “alterado ¿hasta-hoy?-¡pero-si-tiene-18-meses!” o un “sonriente hasta-hoy-y-por-mucho-tiempo” según vuestras convicciones sobre la maternidad.
El caso es que con este maldito tiempo, no hemos tenido más remedio que irnos a un centro comercial a pasar el día. Allí, con la merienda a medias, mi hijo jugaba en un espacio decorativo, que los niños han hecho suyo– se trata de un puente sobre una falsa cuenca de un río, recubierta de un falso césped, sobre el que nos niños se revuelcan y se tiran con las bandejas del McDonalds como si fueran trineos – muy ingenioso.
Allí, estaba mi niño, cuando de pronto, ha venido hacia mí, corriendo, con los brazos abiertos – esto lo suele hacer mucho, porque además de ser un crack es muy simpático. Tras nuestro abrazo me ha dicho: “aga” –es decir “agua”. Yo le he ofrecido una botella con pajita que siempre llevamos con nosotros. Él ha negado contundente “no-no-no”. He pensado, a lo mejor quiere el batido de chocolate que estaba tomando y se lo he ofrecido, y otra vez ha negado “no-no-no”. Entonces me dice mi novio: “aga-mamá”, lo que quiere es teta…
¿Comprendéis ahora lo de madre orgullosa?